10 de noviembre de 2014

Lo sensible

Ha llegado el día, ese día en el que te miras y comprendes todo. Comprendes porque tantas noches sin dormir, comprendes porque tantas lágrimas en momentos incomprensibles. Y todo mirando el horizonte que ahora ocupan sus ojos, ese instante se hace tan eterno y fugaz que jamás podrías explicarlo. Tienes la sensación de que se han taponado tus oídos y no puedes escuchar nada más, ciertamente lo oyes pero resulta todo tan lejano. Te sientes vivo pero también muerto, aunque quizás lo hayas estado todo este tiempo y ahora sea momento de revivir y empezar de verdad con lo que da sentido a la vida. Tal tortura digna de vivir.


29 de octubre de 2014

Mi primer poema

En un lugar de América, de cuyo nombre no quiero acordarme, perseguían a los cisnes con ferocidad Se acercaban a ellos sigilosamente en los botes y luego rápido, rápido remaban... Los cisnes, como los alabatros, emprenden difícilmente el vuelo, deben correr patinando sobre el agua. Levantan con dificultad sus grandes alas. Los alcanzaban y a garrotazos terminaban con ellos.Me trajeron un cisne medio muerto. Era una de esas maravillosas aves que no he vuelto a ver en el mundo, el cisne cuello negro. Una nave de nieve con el esbelto cuello como metido en una estrecha media de seda negra. El pico anaranjado y los ojos rojos.
Me lo entregaron casi muerto. Bañé sus heridas y le empujé pedacitos de pan y de pescado a la garganta. Todo lo devolvía. Sin embargo, fue reponiéndose de sus lastimaduras, comenzó a comprender que yo era su amigo. Y yo comencé a comprender que la nostalgia lo mataba. Entonces, cargando el pesado pájaro en mis brazos por las calles, lo llevaba al río. Él nadaba un poco, cerca de mí. Yo quería que pescara y le indicaba las piedrecitas del fondo, las arenas por donde se deslizaban los plateados peces del sur. Pero él miraba con ojos tristes la distancia.
Así cada día, por más de veinte, lo llevé al río y lo traje a mi casa. El cisne era casi tan grande como yo. Una tarde estuvo más ensimismado, nadó cerca de mí, pero no se distrajo con las musarañas con que yo quería enseñarte de nuevo a pescar. Se mantuvo muy quieto y lo tomé de nuevo en brazos para llevármelo a casa. Entonces, cuando lo tenía a la altura de mi pecho, sentí que se desenrollaba una cinta, algo como un brazo negro me rozaba la cara. Era su largo y ondulante cuello que caía. Así aprendí que los cisnes no cantan cuando mueren.
Pablo Neruda


13 de octubre de 2014

Sin rumbo

Perdió el control, los mandos ya no respondían mientras su vida sobrevolaba alguna parte del mar. Sin brújula, habría perdido el norte pero también había perdido el sur; sin mapa, no sabía si podría chocar contra otros también perdidos o quizás algunos que buscaban encontrarse. Sus hélices tomaron aire profundamente y lo expulsaron con suavidad, sin prisa. Ya no quedaba nada que lo sujetase y la gravedad tomó partido. El avión se precipitaba en picado a gran velocidad. Decidió aterrizar en las nubes.


11 de septiembre de 2014

Ingenua marinera

Cuando la estupidez agitó su barca y la locura salpicó en su cara iba dejándose llevar a la deriva sin esperar nada y sin pensar cuando volvería. Naufragio en aquellos ojos pudo ser la causa de tal inmenso oleaje, de tantas tormentas sin paraguas y tantas noches heladas en las que el calor te da la espalda. Entre la vegetación y numerosa fauna sigue viviendo atrapada en una isla para ella desierta aunque para él poblada. Aún espera que llegue con su nave a orillas de su triste playa, que la rescate y la lleve lejos donde el sol siempre salga, entre el mar y el cielo persiguiendo tan profunda marca. Y después de todo, ingenua marinera, sigue siendo ese capitán tu sueño.


29 de julio de 2014

Gustosa monotonía

Dulce impotencia manta que cubre tu cara y destapa tus pies, ese frío que recorre sus ojos y te mira sin ver. Hiriente frialdad en su mirada que se olvida de verte otra vez. Es su silencio un triste parecer que recorre sus venas cortadas entre hojas de papel. Notas que invaden tus sueño, apuntes que tomaste anteayer, son ellos los culpables de no olvidar recuerdos que te hacen volver, a días tan felices, a semanas con perdices que cazaste sin perder. Yacen estúpidos los pájaros que no avanzan, que taladran tu cabeza y no quieren desaparecer, giran por el cielo entre horas. Gustosa monotonía la del reloj dando la misma hora otra vez, gira y cambia para no mucho más tarde volver. Es nuestra vida un reloj marcado por el tiempo, olvidado en un compartimento de dicha estación de tren. Morí al ganar y perdí para nacer.


7 de junio de 2014

Tarde de domingo

Amargas mañanas de tostadas y café. Entre penas recién molidas suben humeantes los problemas aún sin resolver. Inepta tarde de domingo en mi sofá es mi manta la impotencia que cubre mi rostro y destapa bruscamente mis pies. Recorren mi cuerpo con frialdad las malas épocas que colisionan con los buenos momentos dando lugar a un extraño cóctel mental. No apta para menores es mi mente una bebida de alto grapo que pierde el porcentaje en el malestar. Sin más compañía que el televisor encendido espanto la soledad con voces de fondo, es el silencio el causante de la nostalgia y la agonía que invaden mi hogar. Amargas noches de pensar y recaer.


12 de mayo de 2014

De cuatro en doce

Acabada en una esquina deseando con miedo volverlo a intentar. Sé que no hay día que no encuentre tu nombre entre las páginas de mis libros. Intento lo desde hace tiempo pero no vivo y solo siento, dulce y punzante ausencia. Extraño cada parte de tu cuerpo, no te veo, extraño cada sonido de tu boca, no te oigo, no lo haré. Recuerdo lo que quiero sin querer, y no olvido. Guardo la certeza en que jamás te deseé pero te quiero y necesito como el aire que se adentra por mi cuerpo. Ahora y siempre las noches pasan lentas sin tus abrazos, ya hace frío y no te tengo pero quiero. Raudo y veloz sería el olvido de no ser por los recuerdos de los que no vivo donde veo cada día tu mirada pero no la siento. Cuando pase el tiempo y no vuelvas, pero no lo creo, pronto volverás siempre tan presente entre mis letras. Ignoro y a la vez desconozco el paradero de todas esas lágrimas que llevan tu reflejo áureo rojo. Añoro pero no deploro, quizás sí, no entiendo pero te quiero, quizás si.



9 de mayo de 2014

El juego de la oca

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis… De puente a puente y me lleva la corriente
Estaba jugando en la orilla del río como de costumbre. Mientras, el pobre hombre miraba como la pequeña apilaba las piedras haciendo una presa. Esta era casi tan inestable como la salud del anciano, siempre tan vacilante al viento.
Al hombre le encantaba pasar su tiempo con ella, por eso el primer sábado de cada mes se pasaba horas en la orilla del río viendo a la pequeña jugar. Sonreía pero a la vez se notaba un vacío en su mirada como si algo faltase, como si se hubiera ido.

Uno, dos… De oca a oca y tiro porque me toca
Aquella tarde el sol se había quedado escondido detrás de una espesa capa de nubes de un tono un tanto sombrío. Decían que se acercaba una tormenta pero no importaba, aunque nevase o hiciera mucho frío y el rio se congelase, no había día en el que el anciano faltara a su cita con la pequeña.
El río cursaba con calma cuando de pronto la pequeña se levantó corriendo y cogió a su abuelo de la mano.
-¡Mira abuelo, mira!– le gritaba la pequeña entusiasmada.- ¡Tienes que ver esto!
-¿Qué hay hija? – pregunto el anciano con la voz cascada.
De entre los arbustos salió una oca de plumas blancas y siguiéndola de cerca iban corriendo unos patitos poco más grandes que las manos del hombre. Los cuatro se lanzaron al río y con la mirada fija de la pequeña se perdieron en la lejanía.

Uno, dos tres, cuatro… Pozo, dos turnos sin tirar
Cerca del río había un viejo pozo, pero no era un pozo cualquiera, era un pozo mágico de los deseos. Aunque este era un poco distinto, no había que tirar monedas como en los demás, había que tirar pan. Cada vez que la pequeña y el anciano iban al río llevaban una barra de pan duro de lo que sobraba el día anterior y se acercaban al pozo. Entre los dos tiraban hasta la última miga y así alimentaban al pequeño gnomo que vivía allí abajo. Como el pobre gnomo era un poco torpe, un día iba caminando por el bosque y sin darse cuenta se tropezó y cayó dentro, y ahora no podía salir. Cuando se cayó el gnomo llevaba un sombrero de tres picos mágico con el que podía cumplir cualquier deseo menos los suyos propios. La pequeña siempre pedía una escalera para que pudiese salir y tiraba el trozo de pan con fuerza pero el gnomo se comía rápidamente hasta el último pedazo sin prestar atención a lo que había pedido la niña, por eso seguía encerrado ahí abajo tan solo.

Uno, dos, tres… ¿Una planta?
Ese día el abuelo tenía una sorpresa, había comprado un pequeño arbolillo para ella. Cuando lo vio la pequeña empezó a saltar de alegría, abrazando a su abuelo más fuerte que nunca. Entre los dos se pusieron manos a la obra y enseguida terminaron de plantar el que pronto sería el árbol más alto de todo el bosque y que la niña señalaba desde la ventana de su habitación para que su madre también pudiera verlo.
Llegó el otoño y las hojas del árbol empezaron a caerse. Ella jugaba con una sonrisa que le ocupaba toda la cara, mientras el abuelo miraba con vacío a su pequeña. Veía cómo jugaba entre ese mar de hojas, tan feliz y risueña, tan ajena a todo lo malo, pero él no podía dejar de fijarse en cómo esa pequeña melena rubia que siempre se había apoyado sobre sus hombros ya no asomaba bajo el gordo gorro de lana rosado que le había hecho su abuela. También rosadas sus mejillas empezaban a tener frio así que el abuelo decidió que ya era hora de irse.

Uno, dos tres, cuatro, cinco… Cárcel, 5 turnos sin tirar
Lejos de la orilla del río, de su árbol y del pozo. En la cárcel, o así lo llamaba la pequeña. Ya estaba cansada de tanta bata blanca, ella quería volver a tirarse en la mullida capa de hojas que cubría el bosque y no estar todo el día tumbada en aquella dura cama de sábanas tan ásperas de la que apenas podía levantarse. El abuelo lo sabía con solo mirarla a los ojos, pero impotente bajaba la mirada con tristeza. Echaba de menos a esa niña con la que corría entre los árboles hasta que los dos acababan agotados y tirados en el suelo junto a la orilla jugando a la oca, ella con la ficha azul y él con la amarilla.

Uno… Calavera
Como el primer sábado de cada mes el anciano se levantó temprano para no llegar tarde a buscar a su pequeña. Ya era verano así que no tenía que coger la chaqueta y pudo estrenar su nueva camisa con los cuellos recién almidonados. Ya listo, el anciano salió de casa y se dirigió a recoger a la niña.
Cuando llegó todavía no estaba preparada y decidió esperar un rato, mientras hablaba con ella. De lo que iban a hacer hoy, de todo lo que podrían hacer el próximo sábado, le contaba cómo había crecido el árbol el último mes y todas las manzanas que había recogido, y las que quedaban por recoger.
Se dio cuenta de que ya habían pasado más de dos horas y de que ya era tarde. Tenía que irse pues empezaba a anochecer. Dejó una manzana sobre la piedra fría y con la voz aún más cascada dijo:
- Hasta el próximo sábado pequeña, cuando venga estate preparada.


16 de abril de 2014

Primavera

Andaba ligero por el parque mientras las hojas de los árboles crujían estrepitosas bajo mis pies. Avanzaba con torpeza mirando hacia atrás cada poco tiempo. Podía ver el final de la castaña vegetación pero ya era tarde, estaba demasiado cerca.


Microrrelato publicado en el libro "Otoño e invierno" por Diversidad Literaria

23 de marzo de 2014

Sigo aquí

Grito y no me oigo, se me taponan los oídos. No escucho nada, aprieto mis manos con fuerza y no oigo el mar, el monótono latir de la sangre que bombea por mi cuerpo, que resurge entre mis dedos perdidos en un triste anhelo, un deseo inalcanzable, un utopía en plena vida de rozar tu cuerpo. No hay calor, ya no hay frío, no existe temperatura pues no existo, y eso duele. Duele ser alguien y no verlo, duele perderlo todo y seguir teniendo. Tengo decepciones y mentiras que no dejan dormir, que se aferran a mis parpados y resisten a cerrarse. Por ellos ya no puedo soñar con perderme y ser libre de esta pesadilla, de este eterno sinvivir. Pero a pesar de todo sigo aquí.

16 de febrero de 2014

Soneto de banda

Como piedra preciosa colgante
siempre está presente en tu juego,
para nuestros oídos fuego
al soplo de viento sibilante.

Bella sinfonía campo andante,
victima de gritos y de ruego;
expectante de ilusión a ego
en el mundo un conocido viajante.

Viran sueños en la posesión,
se disipan al escucharte llegar,
y se esfuman como humo al larguero.

Fuera de juego tu elección,
saque de puerta por sobrepasar,
perdido futbolista, futbolero.


3 de febrero de 2014

No son horas

Eres tú el que no para de mirarme.
Eres tú el que cambia cada minuto.

Odio cuando hablas y por ello te callo.
Odio cuando te acercas sigiloso y después me espantas.

Es tarde y me miras con deleite.
Es pronto y esperas a que despierte.

Le pido al cielo fin de semana.
Le pido a la luna que no llegue mañana.

Pero como cada día, hoy te oigo
y sin más remedio, me levanto de la cama.


Lápiz y cuaderno nocturnos

Otra vez es el amor tema entre mis dedos, y es la punta de este lapicero quien ágilmente y sin miedo escribe mis palabras en un pronto no tan vacío cuaderno.

Fueron demasiadas horas nuestras
en las que la noche oscura y fría
temblando llevaba la luna a cuestas.
Fueron demasiados besos rozando la niñez
en los que nuestros labios no se buscaban
temiendo no encontrarse otra vez.

Así por no querer perder
por miedo o temor
se perdió la chispa
dispuesta a prender amor.

Culpable de quererte,
culpable de perderte,
inocente corazón.


27 de enero de 2014

Marino

Esa línea idealizada que la niebla vuelve azarosa era su confidente muda cada vez que caminando con sus pies descalzos sobre moldeable arena recordaba con grandeza viejos tiempos en aquellas aguas.


Microrrelato premiado por el público en la categoría juvenil
Concurso "Art Ficció" de La Caixa

7 de enero de 2014

Un minuto

Fingimos ser locos sin comprensión.
Nos hicimos pasar por dos enfermos.
Olvidando primaveras, inviernos...
Y del verano, quizás no merezca la pena,
de ello ni hablemos.

Somos libres, sin fronteras de piedra sólida.
Nunca llegamos tú y yo a entendernos.
Somos de la vida
Siempre eternos


Soneto a un artista

Muévanse todos ellos en él,
haciendo música inaudible;
es solo a ciertos ojos visible,
van ligeros tus dedos de piel.

Como reflejo de tu alma en papel,
a tus sentimientos accesible,
es puerta de pintura tangible;
surgen sueños en brocha de pincel.

Don en tus manos de extrema belleza,
es tu sangre óleo bermellón,
son tus ojos trazo acuarela.

Dulces imágenes en tu cabeza,
hacen de lienzo en el corazón,
cubriendo de color toda tela.

Dibujo por Paula Blázquez

Expresos

Bienvenido a la estación de tu vida donde los trenes circulan sin horarios y los pasajeros no llevan billete. Tú no controlas los trenes ni eliges los vagones, cuando menos te lo esperas alguien en tu vida coge un tren y ya no vuelve. Otros esperan sentados a que llegue un tren que les lleve y te das cuenta de que no tardarán en irse. Luego están los que tienen reservada una taquilla y aunque a veces cojan un tren sabes que volverán porque dejaron allí una parte de ellos. A veces pasa un tren que se lleva a los pasajeros más ancianos, y de vez en cuando alguno que no lo es tanto, este tren circula con fuerza y araña las vías, y cuando se va deja a su paso un humo que nubla toda la estación.
Y de repente llega un día en el que te fijas en ese extraña persona con sombrero y gabardina, justo al lado de las taquillas, haces memoria y te das cuenta de que siempre estuvo allí, y no sabes porque pero algo te dice que ese banco lleva su nombre grabado y aunque un día se levante y coja un tren siempre quedará tallado su nombre en tu estación.


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