Mientras su padre
cerraba la tapa del contenedor la pequeña ocultaba sus ojos llorosos tras un
tupido flequillo de pelo rubio. Había salido de casa con un bonito recogido de
dos trenzas, pero el viento otoñal soplaba fuerte y este no aguantó mucho más. Cuando
se apartó el flequillo y levantó la mirada él ya había tirado las últimas
sábanas, esas sábanas que le habían acogido tantas noches y le habían protegido
de tantos monstruos, pero no pudieron más. Aquella noche ya era tarde cuando
crujió su puerta y el peor de los monstruos cruzó su cuarto. Él cerró la puerta
con suavidad.
20 de noviembre de 2013
19 de noviembre de 2013
Soneto en descontrol
Tristes ojos son bañados de dolor,
de aguas turbias y estancadas,
de miradas llenas, abarrotadas.
Ahogando lágrimas, denso sudor.
Esa noche encontrasteis el amor,
las sábanas quedaron apartadas,
vuestras pieles iban sobradas
por las venas circulaba el calor.
Aquella noche de luna no llena,
cuando la inocencia se perdió
fueron los suspiros un anexo.
Alumbrando el sol ya tu melena,
te quedaste en la cama y no volvió,
no quedaba amor, fue solo sexo.
de aguas turbias y estancadas,
de miradas llenas, abarrotadas.
Ahogando lágrimas, denso sudor.
Esa noche encontrasteis el amor,
las sábanas quedaron apartadas,
vuestras pieles iban sobradas
por las venas circulaba el calor.
Aquella noche de luna no llena,
cuando la inocencia se perdió
fueron los suspiros un anexo.
Alumbrando el sol ya tu melena,
te quedaste en la cama y no volvió,
no quedaba amor, fue solo sexo.
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