Jamás paró relojes, jamás registró ninguna de sus palabras, jamás firmó ninguno de sus poemas ni de sus obras, jamás pidió derechos de autor por crear cada mirada perdida, jamás cobró billete por sus viajes...
Y después de todo la gente se sigue quejándo de él. Nadie le quiere y todo el mundo le tiene. Solo cuando llegue el día en que solo aquellos que supieron valorarlo lo posean será cuando todos quieran un poco, o demasiado. Porque aburrimiento hay de sobra pero gente que sepa valorarlo hoy en día no sobra.