6 de febrero de 2024

Congestión emocional (I)

Con el intento de dar una bocanada al aire me despierto en mitad de la noche. Busco a tientas un pañuelo y casi desespero en su buscada. Tengo las fosas nasales totalmente atascadas, el bloqueo se eleva como si me sostuviera los sesos. Con la luz tamizada por la persiana consigo ubicar finalmente una servilleta, pero una silueta oscura la retira unos centímetros para que no la alcance sin levantarme. 

Pongo los pies en el suelo y me levanto tan despacio que la propia sábana ni se percata de lo que acaba de pasar. Tengo miedo, pero también curiosidad y estoy empezando a notar un picor en la nariz que hace que me urja más conseguir ese cacho de papel. Busco la cara de esa presencia y no termino de percibir su contorno, en este momento no veo nada. La angustia me recorre el estómago y asciende hasta mis cuerdas vocales, no voy a gritar, solo necesito abrir la boca para poder expulsarla lento. Siento la necesidad de suspirar, pero este maldito atasco no me deja.

Avanzo despacio, como si tuviera que despegar mis pies muy poco a poco de cada azulejo y agarro la servilleta. Entonces la misma mano de antes me sostiene la muñeca cuidadosamente, con una primera mirada podría decir que solo es una sombra, pero la noto sobre y bajo mi piel. Congestionada, atrapada y casi en la penumbra me asemejo más a una estatua que a la persona que se ha ido a dormir hace unas horas.




Entradas populares