Perdió el control, los mandos ya no respondían mientras su vida sobrevolaba alguna parte del mar. Sin brújula, habría perdido el norte pero también había perdido el sur; sin mapa, no sabía si podría chocar contra otros también perdidos o quizás algunos que buscaban encontrarse. Sus hélices tomaron aire profundamente y lo expulsaron con suavidad, sin prisa. Ya no quedaba nada que lo sujetase y la gravedad tomó partido. El avión se precipitaba en picado a gran velocidad. Decidió aterrizar en las nubes.
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