29 de octubre de 2014

Mi primer poema

En un lugar de América, de cuyo nombre no quiero acordarme, perseguían a los cisnes con ferocidad Se acercaban a ellos sigilosamente en los botes y luego rápido, rápido remaban... Los cisnes, como los alabatros, emprenden difícilmente el vuelo, deben correr patinando sobre el agua. Levantan con dificultad sus grandes alas. Los alcanzaban y a garrotazos terminaban con ellos.Me trajeron un cisne medio muerto. Era una de esas maravillosas aves que no he vuelto a ver en el mundo, el cisne cuello negro. Una nave de nieve con el esbelto cuello como metido en una estrecha media de seda negra. El pico anaranjado y los ojos rojos.
Me lo entregaron casi muerto. Bañé sus heridas y le empujé pedacitos de pan y de pescado a la garganta. Todo lo devolvía. Sin embargo, fue reponiéndose de sus lastimaduras, comenzó a comprender que yo era su amigo. Y yo comencé a comprender que la nostalgia lo mataba. Entonces, cargando el pesado pájaro en mis brazos por las calles, lo llevaba al río. Él nadaba un poco, cerca de mí. Yo quería que pescara y le indicaba las piedrecitas del fondo, las arenas por donde se deslizaban los plateados peces del sur. Pero él miraba con ojos tristes la distancia.
Así cada día, por más de veinte, lo llevé al río y lo traje a mi casa. El cisne era casi tan grande como yo. Una tarde estuvo más ensimismado, nadó cerca de mí, pero no se distrajo con las musarañas con que yo quería enseñarte de nuevo a pescar. Se mantuvo muy quieto y lo tomé de nuevo en brazos para llevármelo a casa. Entonces, cuando lo tenía a la altura de mi pecho, sentí que se desenrollaba una cinta, algo como un brazo negro me rozaba la cara. Era su largo y ondulante cuello que caía. Así aprendí que los cisnes no cantan cuando mueren.
Pablo Neruda


13 de octubre de 2014

Sin rumbo

Perdió el control, los mandos ya no respondían mientras su vida sobrevolaba alguna parte del mar. Sin brújula, habría perdido el norte pero también había perdido el sur; sin mapa, no sabía si podría chocar contra otros también perdidos o quizás algunos que buscaban encontrarse. Sus hélices tomaron aire profundamente y lo expulsaron con suavidad, sin prisa. Ya no quedaba nada que lo sujetase y la gravedad tomó partido. El avión se precipitaba en picado a gran velocidad. Decidió aterrizar en las nubes.


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